No lo escribo con presunción, sino con la mayor humildad que Dios me ha otorgado; soy un hombre imperfecto y con grandes limitaciones. Si me preguntas, ¿Escogió usted ser pastor? te respondo con sinceridad, nunca quise serlo; en realidad quería tener una vida "normal", con una profesión en la que no tuviera que relacionarme con muchas personas (las personas somos complicadas en el trato), reparar aparatos, crear proyectos con trazos, o trabajar con números (siempre es más fácil cambiar un numero, que a una persona).
Pero Soy Pastor. Amo a la iglesia, aun cuando muchas veces no sea comprendido; amo a la iglesia, aun cuando algunos hablen mal de mi, amo a la iglesia, aun cuando muchas veces me encuentre solo.
Cuando escribo "Amo a la Iglesia", no me refiero al templo, las sillas, el púlpito y los instrumentos. Amo a las personas, y debo decir las amo a pesar de mi. Cuando están en dificultad, quisiera poder tener los medios para ayudarles, y algunas veces lo hago en la medida de mis posibilidades; cuando están en dolor, ese dolor lo siento como una daga en el corazón, muchas veces no lloro en presencia de ellos, pero al llegar a mi cuarto, lloro y pido a Dios que les ayude a soportar.
Cuando pecan, antes de ir a confrontarlos para invitarlos al arrepentimiento, voy a Dios y le pido que su Espíritu hable a mi hermano que ha fallado y que le ayude y le restaure; después voy a ellos y en amor los exhorto recordando que también soy débil. He sufrido traiciones de aquellos que comían conmigo, al paso del tiempo y en oración he podido perdonar y volver a amar.
Cuando escribo "Amar", quiero decir también que he mantenido el secreto de sus pecados, que he mantenido mi promesa de orar por ellos; que me gozo al ver sus éxitos y doblo mis rodillas cuando experimentan el fracaso. No, no soy perfecto, no soy fuerte, no pienso haber llegado; estoy en el camino, sufro, lloro, fracaso. Pero Él me alienta y usa a otros hombres como yo, para darme aliento y fortaleza.
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